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miércoles, 2 de septiembre de 2015

Profesión: poeta

Todavía queda una profesión púdica en el mundo. 
Esa profesión es la poesía. 
Si uno remienda zapatos y alguno le pregunta qué hace, 
uno responde „soy zapatero‟, 
si otro receta un par de anteojos y alguno le pregunta qué hace, 
dice „soy oculista‟. 
Zapatero, marinero, oculista, escribano, guardián del zoológico, 
son todas profesiones, como todas las otras,
menos una, que se pueden confesar impunemente. 
Esto da una gran alegría,
 una gran 
seguridad,
 una sensación matemática y fiel de sentirse útil. 
Solamente la poesía se esconde,
se esquiva, con una recóndita noción de culpa,
 de tiempo perdido, de inutilidad”. -

Fernando Birri 

(fragmento de “Autorretrato de un argentino que ama las imágenes”)

Te han sitiado, corazón

“Te han sitiado, corazón, 

y esperan tu renuncia. 

Los únicos vencidos, corazón, 

son los que no luchan. 

No te entregues, corazón libre. 

No te entregues!”

Rafael Amor

El mate nuestro de cada día

El mate nuestro de cada día

Se entiende que no es un tema que se destaque por su originalidad -al ser un elemento tan común, queda poco margen para consideraciones novedosas sobre el asunto-, pero siempre queda algo por decir sobre el mate. El mate, esa infusión habitual y tan metida en nuestras actividades cotidianas, no necesita de mayores introitos.
Lubricante” social por excelencia (pocas son las relaciones y encuentros que no se amenizan con unos verdes), incondicional compañero en las soledades más abismales, podría decirse que el mate va revelando nuevas bondades no sólo medicinales, sino también estéticas y hasta culturales.
Los políticos aparecen cada vez más asiduamente en las fotos periodísticas mostrándose con un termo y un mate al costado de sus escritorios. Será para desacartonar, humanizar al funcionario y nivelarlo con sus potenciales electores, sostienen los asesores de imagen.
Hoy se ritualiza la práctica matera al punto de objetivar manías y despertar nuevas ansiedades (y hasta conflictos maritales): que tomar con una determinada yerba y no con otra; que no arranco la mañana si no me tomo unos verdes a primera hora; que no soporto que le pongas azúcar -o que dejes de hacerlo- son algunas de las frases que revelan los usos y costumbres emergentes.
Lalo Mir, hombre de la radio y la televisión, dio su explicación sobre por qué un mate es “mucho más que un mate”. En el acto de compartir unos verdes está presente una serie de valores: el compañerismo hecho momento; el respeto hacia el otro al momento de hablar y -sobre todo- escuchar; la necesaria sinceridad (“¡Cambiale la yerba!”); la generosidad de dar y el silencioso agradecimiento de recibir; la obligación de decir “Gracias” -norma de cortesía social por excelencia- al menos una vez al día.
El mate se vuelve, al final de cuentas, una de las mejores excusas para acercarnos, para preocuparnos, alegrarnos y entristecernos. Pero juntos. Porque así, juntos, esta menuda cuestión de vivir se hace más llevadera.

EL LITORAL