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viernes, 22 de agosto de 2014

¡MUERTE EN GAZA! ¿ Y LOS ESCRITORES?


MUERTE EN GAZA!HOY, AGOSTO 2, DE 2014


CREO QUE ESTAMOS VIVIENDO UNA TRAGEDIA UNIVERSAL EN LA FRANJA DE GAZA.
A LOS ESCRITORES QUE VENDEN BEST-SELLERS , A LOS MÁS HUMANISTAS E INTIMISTAS, LES RECUERDO QUE NO SOMOS NADA ESCRIBIENDO SOBRE NUESTRAS ANGUSTIAS SIENDO TESTIGOS DE LAS ATROCIDADES DE ESTA GUERRA SIN REPUDIARLA, VENGA DE DONDE VENGA. ESTO ES UN HORROR.

Las máscaras de papá

Las máscaras de papá

Silvia Loustau

Traductora, escritora y coordinadora de talleres literarios nacida en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, en el año 1953.


Papá, ¿por qué te escondés detrás del diario? Ahora que soy un hombre te recuerdo como un cuadro de Magritte y te veo bajo el título: Hombre sin rostro.


Yo era chico y me preguntaba cuánto tarda un grande en leer las noticias, sí serían tan importantes. A vos te interesaban los nombres de los muertos, quién ganaba o perdía, que se vendía o permutaba. Qué tremendamente largos eran los diarios del domingo. Los veía inacabables. Y los ritos del domingo. La mesa bien tendida y vos, mamá , Freddy, casi bebé, Moni y yo, alrededor del blanco mantel almidonado que la abuela había traído de Irlanda . Y el silencio. Un silencio que me cerraba la garganta. Yo miraba la comida y desaparecía el hambre.


Los almuerzos eran un tenso silencio, cortado por el ruido de los cubiertos sobre la loza y mamá levantaba las cejas sobre sus ojos, observando. Que nadie dijera nada inconveniente, ni un solo tono más alto del debido. Y vos :

−Moni, baja los codos de la mesa.−

−Jimmy, cerrá la boca para masticar.−

−Maria, mirá, Freddy mete los dedos en la salsa.

Y después tu café con gotas. El sillón. Tu sillón de pana verde y el diario.Y ya no tenías mas rostro, papá.

−No deben hacer ruido. Ni correr. Ni pelearse, cuando papá lee el diario.

Entonces yo jugaba con mis plastilinas o los soldaditos hasta que el sonido de aquella radio Philips empezaba a aturdirnos con el fútbol.

Y allá sonaba trémula la voz baja de mamá :

−No hay que molestar a papá mientras escucha el partido.−

Y la tensión se llenaba con la voz de Fioravanti, y con tu cara que ahora aparecía, pero era como si no, porque tus ojos se perdían en el aire mirando aquel match invisible.

Tardes de domingo.

Cuando comencé la escuela me hice amigo de chicos que jugaban con el padre. Que conocían la cara, los ojos, las caricias. Porque yo busco en el bolso azul de los recuerdos ( como dice el poema de una amiga) y no encuentro ni el más leve roce de tus manos. Sí me acuerdo que eran blancas, tersas, anchas, que cerrabas fuerte los puños cuando tenías bronca y los nudillos se ponían pálidos y las manos coloradas y yo sentía el miedo caminando por mi pecho. Pero no recuerdo ni una caricia en las mejillas, un revoltijo en el pelo. Ni siquiera me dabas la mano cuando me llevabas por la calle. Al principio me tomabas por el cuello, entre el índice y el pulgar, como una pinza, y yo me sentía como una marioneta a la que manejabas a tu antojo. A veces me animaba y :

−Papá, me pesás en la espalda.−

−Mirá donde caminás −respondías.

Cuando fui un poco mas grande apoyabas tu mano sobre mi hombre, y yo, de no más de ocho años, temía terminar enterrado en el asfalto.


Por qué nunca entrelazaste tus dedos entre los míos, papá?


Es como si la imagen se esfumara cuanto mas te recuerdo. Papá cara de diario. Papá sin cara. Papá sin manos, sin caricias, hombre con tenazas de cangrejo..


Y una tarde después del ritual dominguero me llevaste a la cancha, creo que tenía cinco años. Y para tu desilusión a mi no me gustó. No entendía a todos esos hombres corriendo detrás de una pelota, y pensé porque no le daban una a cada uno.


Sabés, ahora creo que vos tenías miedo que no fuera bien macho cuando creciera, porque a los machos les gusta el fútbol, los caballos, la caza. Todo eso era parte de tu mundo. Tal vez fueran las diferentes máscaras detrás de las que siempre te escondiste.

−Los hombres no lloran.− me dijiste amenazador cuando se murió Colita, aplastado por un auto.

Había otros ritos. El de los sábados. A la hora de la siesta limpiabas tus rifles y escopetas. Extendías las gamuzas, los largos cepillos, la vaselina. Aún hoy siento en mis fosas nasales el olor del Penetrit. Acariciabas los rifles. Mirabas el caño. Los lustrabas. Ellos sabían de tus manos. Pero yo nunca quise comer aquellas perdices en escabeche, o los guisos de liebre, que tus amigos festejaban entre vasos de un buen borgoña.


Y justo a mí, que miraba a los pobres bichos muertos y sentía una pena intensa, justo a mí me llevaste una tarde de cacería. Una cacería de patos. Me pareció tan hermosa la laguna, tan calma, con sus altos juncos acariciados por la brisa. Tendría siete . ocho años y recuerdo que debíamos caminar despacio, sigilosamente. Me sentía como en un cuento de suspenso .Pero la magia fue rota por los estampidos, los aleteos desesperados y los setters que volvieron con tres patos convulsionados entre sus fauces. Entonces, yo vomité. Y tu amigo Juan me sostuvo la frente mientras las arcadas me daban vuelta y él decía:

−Es que se asustó.− Y yo te miré y sentí tu enojo como un fuego, quemándome.

...Pero recién ahora comprendo, tantos años después, que ese fuego que me quemó desde tus ojos era fuego frio. Un fuego de hielo. Un hielo que congeló mis abrazos , mis secretos, mis sueños. Esos secretos, esos sueños, esos abrazos que nunca conociste. Porque siempre te escondiste detrás de tus máscaras y ahora, ahora que podríamos hablar de hombre a hombre, ahora, te escondiste detrás de tu última máscara. Te escondiste detrás de la muerte, papá.




¹ Este cuento recibió el Primer Premio Nacional De Narrativa en el año 1998

¿La vida es breve?

¿La vida es breve?

Arturo Lomello (*)

La vida humana es muy breve. Supongamos que logramos vivir los setenta y cinco años que marca el promedio actual, según dicen en Occidente, porque es muy probable que en Oriente el promedio sea muy inferior a esa cifra. A la edad tope que citamos hay que restar la tercera parte que ocupamos en dormir. Obviamente sólo nos quedan cincuenta que vamos a considerar como de neta vigilia. ¿Pero es así? Un gran porcentaje de nosotros debe ocupar su tiempo en luchas tremendas por la subsistencia, lo cual le quita la posibilidad de una serena lucidez.

Quiere decir entonces que habría que restar quién sabe cuantos años de esos cincuenta y por ende nos queda un manojo en los que verdaderamente vivimos con plena conciencia.

Pero todavía hay más. ¿Cuántos humanos pueden superar la manipulación de sus conciencias que coartan su creatividad? Esta reflexión parece llevarnos a un panorama pesimista, pero nuestra intención al plantearla es muy otra. Pretendemos contrastar la situación con el deseo de infinito que contiene nuestro corazón. En efecto, si nuestra vida consistiera solamente en el efímero trayecto temporal que hemos apuntado sería igual a nada. Además, por más años que acumuláramos si en el trasfondo no palpita la eternidad no solamente se reduce a cero sino que no tiene sentido.

Frente a los millones de años que han transcurrido desde que apareció la vida humana en el planeta el devenir de la existencia de cualquiera de nosotros parece perder todo significado. No obstante, sin dimensión íntima no tendría sentido alguno la historia comunitaria porque es en la intimidad de esos breves años que vivimos donde los hechos adquieren su significado. Entonces, llegamos a la conclusión de que la vida es efímera pero trascendente, aunque paradójicamente miles de millones de seres aparecen y desaparecen anónimamente dejando tras sí las huellas de sus alegrías y sufrimientos en obras que no han sido registradas con nombre y apellido, con luchas destructivas que han sido felizmente rebasadas todavía por la creatividad. Mientras se prolonga la vida en los llamados países desarrollados, crece allí la diferencia entre los más ricos y los más pobres que se multiplican.

El promedio de setenta y cinco años de vida es alcanzado por quienes tienen los recursos para cuidarse, pero por más que extiendan el lapso de su existencia la muerte termina por atraparlos aunque ellos pretendan derrotarla.

Sin un trasfondo de eternidad todo sentido se esfuma. Todo caería en el olvido y no habría jamás justicia.

(*) Arturo Lomello 

Periodista, narrador y poeta nacido en la ciudad de Santa Fe, en 1930.

martes, 19 de agosto de 2014

Exigencia de la tristeza

Exigencia de la tristeza

Por Carlos Catania


DIARIO EL LITORAL DE SANTA FE http://www.ellitoral.com/

Hacia 1911, el sábado 23 de diciembre, Franz Kafka anota en su diario: “La ventaja de escribir un diario consiste en que así uno se entera con tranquilizadora claridad de las transformaciones que sufre constantemente”. Quizás el escritor nunca pensó en las transformaciones de la visión del mundo que, al leer sus páginas, ha producido en multitud de lectores serios, es decir a los dispuestos a examinar profundamente, con alegría y lucidez, los fundamentos de la tragedia humana, aparente paradoja que ensancha e ilumina vastos sectores de la existencia, cuya densidad, en tiempo y espacio, se percibe entonces a plenitud.

Excluyendo a seres humanos momificados en vida (y, desde luego, al creciente número de indigentes marginados), la lectura de Kafka trastorna ilusorias defensas, barre mitos enquistados y permite vislumbrar el decurso de una vida entregada a tonterías consagradas. Lo que es más: nos apropiamos de un amigo con el que es posible intercambiar réplicas y atesorar lo mejor de él. La literatura de los grandes posee el don de crear un sólido vínculo que comienza cuando el lector “pone en movimiento” al escritor. Si me introduzco en “La Odisea”, permito que Homero hable; su voz llega hasta mí atravesando siglos; a mi vez, lo ubico en el presente.

He hablado ya del efecto lancinante de los relatos y novelas de Kafka, de la “traición” de Max Brod, que decidió darlo a conocer y de su interpretación, a mi juicio en gran parte errónea, de la obra de su amigo. Es que Brod estaba muy cerca y Kafka es un creador que se adelanta a todos los tiempos. Sus pensamientos no se desarrollan en forma discursiva, sino en imágenes. La trascendencia del símbolo requiere períodos de confrontación con realidades objetivas.

Hoy haré mención a la soledad de Kafka, a su tristeza, a los sobresaltos de su sensibilidad. Me concentro en su diario. El 28 de julio de 1914, escribe: “Eludo la gente no porque quiera vivir tranquilo, sino porque quiero parecer tranquilo”.

El 24 de noviembre del año anterior había anotado: “Para mí morir sólo significaría entregar una nada a la nada”. También en 1911 se refería al domingo que pasó en casa de sus abuelos. Sentado ante un escritorio escribió unas pocas líneas sobre la cárcel y experimentó el deseo de que alguien le pidiera leerlo y admirarlo. Pero “Un tío bastante burlón, cogió finalmente esa página que yo apenas sostenía entre los dedos, y se redujo a decir a los demás que lo seguían con la mirada: lo de siempre; a mí no me dijo nada. Me quedé sentado, y seguí inclinado como antes sobre mi página evidentemente inútil, pero en realidad me habían echado con un sólo empujón de la sociedad”. Más adelante, añade: “El trabajo intelectual arranca y separa al hombre de la sociedad humana”.

Cuando trabajaba en la Compañía de Seguros Obreros (1908), padeció desagradables inhibiciones frente al empleado que compartía su oficina, que solía dirigirse a los visitantes en tono autoritario. En sus conversaciones con Janouch, Kafka confiesa que “... la de verdugo es una profesión pública honorable y bien pagada según las normas del servicio (...) ¿por qué no ha de haber escondido en cada funcionario público un verdugo?”. Me pregunto qué ha sido de los verdugos de su tiempo. Tal parece que pese a la timidez y modestia de nuestro escritor (murió creyendo que Max Brod destruiría gran parte de su obra), prevaleció, mientras que los “fuertes”, los “normales”... ¿dónde están?”. Kafka está presente en “América”, “El Proceso”, “El Castillo” y en cantidad de relatos. Como se acostumbra a decir, es un muerto que goza de excelente salud. En esta época, su voz pone en ridículo los devaneos de la decadencia y el careo cotidiano de quienes no piensan.

Una de las obras maestras de la literatura universal, “La metamorfosis”, revela como ningún otro relato de Kafka, su destino. Borges, que lo considera el gran escritor clásico del atormentado y extraño siglo XX, sostiene que tal destino fue transmutar las circunstancias y las agonías en fábulas. En el diario, Kafka escribe que, en determinado momento, “había perdido las fuerzas que la tristeza exige”. Todo lo anterior hace suponer que para un lector superficial, Kafka era un ser no sólo negativo, sino cotidianamente amargado”. En primer lugar negativo es un adjetivo traído de los pelos en el concierto de un examen literario (por cierto muy usado en el realismo socialista, caro a Stalin). En segundo lugar, amargado es término acrítico. Una obra cobra relevancia por su profundidad, nunca por los apellidos que se le injertan. Por lo demás es bien conocido el carácter alegre de Kafka, sus chistes espontáneos de los que habla Max Brod. Sabía hacer reír a sus amigos. Como pregona un lugar común, la procesión iba por dentro. Más justo sería considerarlo un ser doliente de pura lucidez, al haber penetrado hasta la raíz en los arcanos de la existencia.

Para quienes han perdido la vida en triviliadades, lucecitas, estruendos y lecturas retardativas, aquí va lo que anota en septiembre de 1912: “El hueco que la obra genial ha producido en nuestro alrededor es un buen lugar para encender nuestra pequeña luz. De allí la inspiración que irradian los genios, inspiración universal que no sólo nos impulsa a la imitación”. Y al año siguiente: “Me aburre hacer visitas, las penas y las alegrías de mis parientes me aburren hasta el fondo del alma. Las conversaciones me roban la importancia, la seriedad, la verdad de todo lo que siento”. Por otra parte, el 1º de julio de 1913: “No desesperes ni siquiera ante la imposibilidad de desesperar. Cuando ya todo parece terminado, aparecen sin embargo nuevas fuerzas y eso significa justamente que estás vivo. Si no aparecieran, entonces sí todo habría terminado, para siempre”.

Franz Kafka nace en Praga hacia 1883 y muere de tuberculosis en 1924. Sus tres hermanas, y sus respectivas familias, dos sobrinos y muchas personas mencionadas en el diario, fueron asesinados en los campos de concentración nazis

Mas aca del sueño colectivo

Mas aca del sueño colectivo

Poema.




Morimos toda una muerte
felices
como si de vida se tratara.
prostituyendo eternidad
cociendo instantes
uno a uno.

Morimos toda una muerte
                    muertes eran las de antes.
Cuerpos blanqueando, inertes
pareja de almas danzantes.

Memoria
               desde la muerte.
Memoria
               de ganas de abrazar tu espectro.
Memoria
               besando tu espíritu
sin rostro.
Volátil
Quizás celeste.
Memoria .
Nostalgia macabra.

Memoria
Lentamente
                   me moría.
Para nacer llorando.
Por eso lloramos al nacer.

Condena
de luz y ruido.
de cruz y filosofía.
Condena
               un simple latido
el cruel galopar de vida.

Condena
              sin don de olvido.
Memoria
                de un sentimiento
que en vida aun no ha nacido.
Para darle un parecido
es como mil veces amor
pero en burbujas de viento.

Es fundir en un tazón
ciento un amaneceres
          con diez pétalos de rosas (blancas),
dos cucharadas de luna
y una medida de mar.
(canela y Chopin , a gusto)

Es cien veces un volcán
con la paz de una montaña.
Es la nostalgia del tango
color aurora boreal.
Es el frío sudor del mal,
al calor de la guadaña.

Es la impunidad de un charco
que salpica de abundancia,
mil baldosas danzantes
como arlequines vainillla
como Cernuda a Sevilla
y don Quijote a Cervantes.

vivir al calor
            del sueño compartido.
vivir
            con el recuerdo
del frío amor prenatal.
Vivir
         sin el don de olvido.
Vivir
         condenado a muerte.
Vivir
        ansiando la suerte
de aquel amor inmortal.
Vivir y morir
                     en calma.
Vivir
          y luego
morir.
          Siempre junto a tu alma.





Kantauri | 18/01/2010 

LoRena...

LoRena...




Otro año mas que se va
¿que se va?

Bueno, no. Tal vez es un año más
que queda en nuestro interior.

Un año más en el que los recuerdos
estarán por siempre esperando
una mirada en algún otoño.

Un año es una marca en el tiempo,
una marca que hacemos nosotros mismos
para no olvidar, para volver a vivir,
para guardar como se guardan
todas las cosas con afecto.

Este año ha sido como siempre
un año con alegrías, con tristezas,
con decepciones, con amistad, con amor,
con ternura, con peleas, con discusiones,
con rabias, con desilusiones, con apuros,
con lentitud, con muchos sueños, con infinitas
ganas de cambiar, con infinitas postergaciones
ante el cambio.

Un año así vale la pena recordarlo.
Vale la pena recordar que fuimos felices,
que fuimos algo para alguien una vez más,
que dejamos de serlo cuando cambió el momento.
Vale la pena recordar que los momentos tristes
nos hicieron detener, y que el tiempo detuvo su marcha
aún cuando en otras oportunidades el tiempo
no pasaba más.

Vale la pena recordar aquellas cosas que aprendí
tal vez de la manera en que no esperaba, pero
¡aprendizaje al fin!

Aprendí a esperar que se cumplan promesas
que nunca se cumplieron, que a pesar de saber
sobre la mentira, dejé que pasara por verdad.
Aprendí que quien se vende, no siempre lo hace
por dinero, sino que los intereses son siempre
convertibles a favores de muchos tipos.
Aprendí que todos piden pero nadie da,
que cuando alguien da, espera la retribución por lo dado.

Aprendí que nunca es tarde para devolver
o para quedar bien en el recuerdo.
Aprendí que todos crecemos cada día más
y que todos somos pequeños ante aquel
que se sabe un poco más grande,
pero que también tendremos la oportunidad
de crecer y tal vez, ese grande, se ampare algún día
bajo la sombra que proyectemos.

Aprendí que un año más no se va más,
que cada minuto vivido fue un minuto sentido
y que cada sentido vivido, nunca será
un tiempo perdido.

Este año, como todos los años tiene un corazón.
Un corazón que late al mismo ritmo que la vida,
y si no fuera así, entonces no caminaría por ese camino,
simplemente buscaría la oportunidad de
volver a empezar y de volver a vivir.

Este año, no es un año más que se va,
es un año que como todos aquellos
que me trajeron lágrimas y sonrisas,
en éste yo también he dado una lágrima
en algún momento
y he provocado alguna sonrisa quizás.
Ahora sé que los años que vienen son aquellos
que viven en nuestro interior, por lo tanto
lo mejor será fertilizar mejor nuestras
mejores aptitudes, para que cuando
llegue el momento podamos caminar serenos
sin desear volver atrás, con la esperanza
de que siempre se vuelve a empezar
y que cada nuevo comienzo siempre es:
una nueva oportunidad.

SI ESTE AÑO HAS SIDO FELIZ, OJALA EL NUEVO SEA MIL VECES MEJOR Y SI NO LO HAS SIDO IGUALMENTE QUISIERA QUE FUESE TAMBIEN MIL VECES MEJOR!


 COLABORACION DE SONIA - MUCHAS GRACIAS

"Hazme instrumento de tu paz"

"Hazme instrumento de tu paz"



Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. 
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. 
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. 
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. 
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe. 
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza. 
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz. 
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría. 

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar, 
ser comprendido, cuanto comprender, 
ser amado, cuanto amar. 

Porque es dándose como se recibe, 
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, 
es perdonando, como se es perdonado, 
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

(Autoría atribuída a San Francisco de Asís)